Psico-figuretti: Entre el análisis y la violencia
La expresión “vender sebo de culebra” alude al comercio de un artículo silvestre como si fuera terapéutico acompañado de publicidad y discurso engañosos. Por extensión, alude a estafas, y el vendedor de sebo de culebra sería cualquiera que con buen verbo lucra a costas de incautos.
Menos difundida, por ser argot psicoterapéutico, es la expresión “Toda interpretación fuera de contexto es una agresión”. Con ello se sostiene que emplear sin fines terapéuticos un análisis o caracterización de una persona es violento, en tanto se emplea una capacidad profesional para tratar temas que pertenecen a la intimidad de un tercero que no ha solicitado (ni permitido) abordar. Es el equivalente a que un boxeador profesional irrumpa en una pelea callejera, que un periodista haga un reportaje sobre los defectos de su ex, o que un médico aplique na inyección a un desconocido en el bus porque estornudó.
Sin embargo, tenemos a un personaje pululando en los medios de comunicación que lanza interpretaciones basadas en declaraciones o actuaciones públicas de personajes, como si lo que estos nos mostrasen fuera su personalidad real. De esto se desprenden dos errores: uno técnico-profesional y otro ético-profesional.
El primer error se comete al suponer que lo que muestran modelos, actores y participantes de realities es la verdad de esas personas, y aún si fuera su verdad, asumir que sea información suficiente para concluir sobre supuestos problemas emocionales o de personalidad.
El error ético es más grave. En primer lugar, se está violentando a las personas de quienes se habla, pues hay una relación de poder y ventaja del psicólogo sobre una persona que no es su cliente y está ausente durante su perorata. Ello tiene un efecto adverso en la persona analizada sin autorización, pues al no estar interactuando, ni tener una contención, ve mellados sus mecanismos de defensa, su seguridad y sus estrategias emocionales de afronte, más allá de si estas son saludables o no, es contraproducente despojar de defensa afectiva sin otorgar un reemplazo a estas. En segundo lugar, no hay una finalidad terapéutica, social ni pedagógica en este análisis, sino de publicidad por parte del psicólogo, y de rating por parte de los medios. Es decir, la finalidad es meramente lucrativa, a costas de la intimidad y de la salud mental de terceros.
Para ejercer la psicología en Perú, se requiere tener la colegiatura y haber asumido el cumplimiento del Código de Ética, que entre otros refiere:
“Artículo 1° Como profesional, el psicólogo reconoce la responsabilidad social implicada en su trabajo, ya que puede afectar íntimamente a la vida de otros; por ello, se mantiene alerta frente a situaciones o presiones personales, sociales, institucionales, económicas o políticas que pueden conducirlo a un o abuso de su prestigio influencia.”
“Artículo 27° Una actitud científica y el debido respeto por los límites del acontecimiento actual caracterizan todas las declaraciones de los psicólogos que directa o indirectamente, brindan información al público, evitando la exageración, el sensacionalismo, la superficialidad u otras formas de informaciones equivocadas.”
“Artículo 28° El psicólogo se atiene a normas profesionales antes que comerciales al prestar y ofrecer sus servicios profesionales (…)”
Pese al reiterado incumplimiento del Código de Ética, no hay una sanción desde el Colegio de Psicólogos de Lima (C.P.L.), sin embargo, el miso Código establece que los colegiados tenemos el deber de observar el correcto desempeño de nuestros colegas (Artículo N° 8). Por ello desde este espacio, realizo un llamado al Comité de Ética del C.P.L. para tomar acciones pertinentes, y al propio C.P.L y el Colegio de Psicólogos del Perú (C.P.P.) a pronunciarse públicamente, dando la mayor difusión a su manifestación, y esclareciendo los alcances y límites del quehacer profesional. Mientras tanto, asumamos colegas nuestro deber informativo y formativo sobre nuestra profesión.