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Mi urrestiada favorita

o manual para figuretear en política

Publicado: 2015-02-18


Daniel Urresti dejó finalmente el cargo, pero no descarta continuar en la arena política. No es la primera vez que aparece un personaje que deja poco a la imaginación de los imitadores y caricaturistas políticos. Tampoco es el único político tuitero de los últimos tiempos. Pero ha logrado conjugar ambos aspectos, generando un singular estilo que le ha valido convertirse en un actor político mediático en menos de un año.

Ciertamente su rol en la política es comparable a la de un bufón: entretiene y satiriza, siendo él mismo una sátira de lo que critica, lo que podría ser objeto de un análisis semántico. Posiblemente los periodistas que debían cubrirlo tendrán sentimientos encontrados, pues aunque les maltrataba, siempre estaba disponible dando la frase perfecta para el titular.

A pesar que su performance como ministro ha dejado más sinsabores que logros, y a lo deleznable de la mayoría de sus frases, que tire la primera piedra quien no haya sonreído o celebrado para sus adentros al menos alguna de sus frases. Todos tenemos alguna “urrestiada” favorita, y esa sea posiblemente la razón de su éxito mediático y singular posicionamiento político.

Al analizar la fuerte empatía que logra su estilo con la ciudadanía, surgen algunos elementos claves. En primer lugar, no tiene filtro: dice lo que muchos piensan pero que es políticamente incorrecto decir. Ello genera empatía e identificación con el personaje. Ser la voz de quienes no la tienen es un aspecto clave del liderazgo que últimamente está ausente en la política, es lo que enganchó al candidato Humala con el pueblo y una virtud recordada de Javier Diez Canseco quien la ejercía en una versión “fina”.

En segundo lugar, y asociada a su falta de filtro, está el uso del humor. El humor tiene un doble efecto, aproxima la política, y del otro lado genera una predisposición positiva, como un reforzamiento, sabes que cada vez que hable dirá algo que te hará sonreír aunque reniegues o lo taches de burro, y en el caso de los periodistas, saben que tienen un titular garantizado. Además no es cualquier sentido del humor, es el humor criollo 100% peruano, casi achorado. Ese humor que hace reír a costas que maltraten a un periodista o una mujer, aquél que emplea el maleteo y la frase ingeniosa, el retrucar la afrenta, casi como un duelo de coplas.

En tercer lugar, se la cree. No tiene remilgos en ostentar su liderazgo, entra con el pie en alto y con actitud de quien llegó para quedarse. En vez de deshojar margaritas respecto a su representatividad, se posiciona con su actitud corporal, su entonación y su discurso. Este es otro aspecto carente en la política peruana contemporánea, y básicamente los presidenciables al 2016 son quienes se la creen. El discurso polite y democrático no tiene acogida, y es bastante obvio, quien lidera tiene que creérsela para que el resto también le crea.

Finalmente, de nada le valdrían estas características sino tuviera un canal como llegar a la población, por eso el cuarto elemento es el ser mediático. Aquí hay un círculo virtuoso, donde en primer lugar el generó los canales al salir diariamente convocando a la prensa y con sus famosos tuits, pero además su falta de filtro, humor y actitud lo hacen atractivo a los medios que por ello acudían a sus convocatorias y presentaban sus noticias.

Claro que a ello se suma el no ser peligroso para los poderes fácticos, y funcional al gobierno, pero aun así, sería interesante que los y las pretendientes progresistas al sillón presidencial revisen qué les está faltando para conectar mejor con la ciudadanía, sin caer en urrestiadas.

Escrito por

Candelaria Ríos Indacochea

Psicóloga social asada con el sistema


Publicado en

Working Class Heroin

Un intento de enteder lo absurdo del cotidiano macondo peruano