Concentrando #TVBasura
Después de lograr la derogatoria de la #leypulpin, algunas organizaciones participantes (en especial de las #zonas) apuntaron su artillería a lo que denominan #TVBasura.
Más allá del quiebre que significa pasar de la reivindicación de derechos laborales –habiendo demandas pendientes- a un tema literalmente mediático; a juzgar por la publicidad en redes sociales de los eventos, pareciera haber una confusión conceptual en los convocantes.
Basura o Desinformación
Han apuntado directamente a los realities de concursos juveniles. Ciertamente este conjunto de programas mantienen a la población distraída y alejada del debate político y económico local, nacional y global. Se debe analizar por qué esto es posible con programas de una duración de 120 minutos diarios, el equivalente a dos telenovelas o un partido de fútbol que siempre se han consumido sin generar una ruptura con las agendas de la realidad nacional.
En realidad, el tiempo que cada canal dedica a sus realities y a los de la competencia sobrepasa largamente los 120 minutos diarios. Aparecen en los programas de espectáculos (invisibilizando el arte nacional), en los del mediodía, los magazines, e incluso en los programas dominicales (otrora políticos) y los noticieros. Estos últimos además, so pretexto de visibilizar el feminicidio y la inseguridad ciudadana hacen espectáculo de las tragedias cotidianas de ciudadanos que son acosados por los medios durante su dolor hasta que emerge un caso más escandaloso. ¿Y de la realidad local, regional, nacional e internacional. Apenas uno o dos bloques.
Se desprende el primer mito sobre la #TVbasura: El problema no son los realities en sí mismos, sino la desinformación.
Formando neoliberales
Luego habría que preguntarse cuál es el contenido editorial de aquel bloque que misericordiosamente conceden los noticieros al quehacer político. ¿Resaltan logros o fracasos?, ¿cuál es la tendencia política de quienes nos muestran estos logros y fracasos?, ¿de qué fracasos no hablan?, ¿cómo explican los conflictos sociales?, ¿qué aparece de las agendas locales y regionales, y qué no aparece?, ¿qué cuentan y cómo lo cuentan sobre el escenario internacional y qué ocultan? Y la principal pregunta: ¿a qué intereses beneficia el cuadro de la realidad que pintan esas seleccionadas noticias?
El segundo mito es que la #TVbasura no “embrutece”, sino que forma simpatizantes y militantes de un modelo económico (neoliberal) y una forma de hacer política que naturaliza la corrupción y la violación a los derechos humanos.
Basura concentrada
La tercera cuestión se desprende de la última: ¿por qué la uniformidad en los mensajes? Supuestamente vivimos y glorificamos la libertad de expresión, de mercado y la libre competencia. Lo lógico sería que existiera una amplia diversidad de contenidos que permita a las empresas capturar mercados diversos y potenciar sus ganancias.
La primera razón por la que no requieren diferenciarse es porque en vez de un mercado amplio, lo que tenemos es un oligopolio, es decir una concentración de medios en unos cuantos capitales, que a su vez tienen negocios en las industrias extractivas, transnacionales, bancos, consorcios y otros. Por ello, la segunda razón por la que los medios no diversifican su información son los intereses económicos comunes de quienes integran el oligopolio.
El mito final de la #TVBasura es que no se trata de medios compitiendo por rating embruteciendo a través de realities. Se trata de una concentración de medios desinformando para generar simpatizantes de un modelo político y económico funcional a los intereses lucrativos de un oligopolio.
Y eso es lo que debieran apuntalar las protestas post-pulpín.
#Bonus Track
Un mito adicional surgido en algunas convocatorias conservadoras es que la #TVBasura está representada por la presencia de personajes homosexuales y travestidos en la pantalla chica. Lo real es que nadie se “vuelve homosexual” por influencia externa, y menos por un personaje mediático real o ficticio.
Lo que se debe examinar es en qué medida estos personajes refuerzan o no estereotipos sexistas, machistas, homófobos, clasistas o racistas, y su funcionalidad en la cadena de desinformación instaurada.